Pasamos horas platicando. Hasta me compró un cuadernito para anotar todas las posibilidades que podría perseguir. Le expliqué que tampoco es que me he pasado los días sin hacer mucho, le conté de las aplicaciones y correos que he vomitado por aquí y por allá. Le conté mi frustración de no encontrar respuesta, de los duros golpes que se esconden tras el silencio. Fueron horas de reflexión y descubrimiento; de desahogo también.
Llegó el jueves y nos aventuramos a la producción. Todo en orden. Encontré un poco de paz en la ausencia del acoso del banco ─eran aproximadamente ocho llamadas diarias─.
Alrededor de medio día recibí una llamada. Me requerían a la mañana siguiente para una entrevista. Cuando me llamaron tenía programada una reunión para la mañana siguiente, solicité otra hora y me ofrecieron a la una de la tarde. Eso me quedaba bien. La entrevista era para una plaza back office en una agencia de cobros (Call Center), vaya ironía.
Volví a la producción sintiéndome un poco mejor conmigo mismo, al menos había conseguido una entrevista. No pasó mucho tiempo cuando recibí otra llamada. Otro Call Center para otra plaza back office. Me preguntaron si podía llegar a entrevista el viernes, les dije que tenía unas reuniones programadas ese día, entonces me ofrecieron el lunes. Me programaron la entrevista para las 8:30.
Mi ego se infló un poco más. Esos trabajos no estaban cerca de lo que realmente deseaba, pero eran trabajos que me ofrecerían un ingreso no tan miserable. ¡Al fin tenía otra entrevista!
Llegó el viernes. La reunión que tenía programada para las 9:00 se canceló. Así que me puse a trabajar en otras cosas. En el transcurso de la mañana recibí un correo con un cuestionario de aplicación para un medio. Lo llené y a medio día lo envié.
Ya eran las doce y tenía que salir corriendo para llegar a tiempo a mi entrevista de la una. Llegué como a las y-cuarto, y-veinte. Cuando me atendieron me informaron que debía esperar un rato, que me habían esperado pero como no llegué se fueron a almorzar. Obviamente, ninguna objeción de mi parte. Precisamente para eso llevaba a mi Oliver Twist.
Fueron unos 40 minutos de espera. De pronto salió una chica, diciendome que pasara. Pasé. La seguí por donde fue hasta que llegamos a una pequeña sala. Me señaló una silla y me senté. Hablamos por media hora, más o menos. Sus preguntas fueron más o menos vagas pero me dieron la sensación de que necesitaban a alguien proactivo e independiente, no estoy seguro de ser un buen candidato para la plaza ni de que sea una buena plaza para mí.
Cuando salí mi teléfono estaba cerca de morir. Creo que estaba acercándose al 10% de batería, quizá menos. Empecé a caminar, debía recorrer más de media avenida Las Américas. Menos de tres cuadras después empezó a lloviznar. Yo consideraba cuánto debía esperar para sacar el paraguas en mi maletín cuando vibró el teléfono. Era mi esposa. Empezaba a llover y el riesgo de que lloviera fuerte era alto, ella estaba cerca mi ubicación le quedaba en ruta a su destino.
Pasó recogiéndome. La acompañé en sus diligencias, donde perdimos más de una hora de la proyectada; ella se goza interacciones como la de ese día. Mi teléfono, mientras tanto, seguía muriendo, lento.
Finalmente salimos; eran las cuatro de la tarde. Nos tomó casi media hora llegar a dónde íbamos. Cuando llegamos ella se bajó a dejar el paquete y a recoger sus cosas, mientras esperaba busqué el cargador del carro para poder navegar la ciudad con waze y algo de música. No funcionó. Unos cuantos minutos dentro del viaje murió mi teléfono. Eran aproximadamente las 4:30.
No sé cuánto nos tardamos en venir. Ni es importante. El punto es que al llegar puse a cargar mi teléfono. Minutos después fui por él.
Resultó que algo había pasado con una de las entregas del día y había que ir a dejar un no sé qué. Se me asignó esa tarea. Al salir, cuando estaba en camino, me entraron unas notificaciones al teléfono. Tenía un mensaje de voz del teléfono de la U. No pude revisar en el momento, pero al regresar a la casa me senté a investigar qué era lo que había pasado.
Sucedió que me intentaron llamar de la U cuando a mi teléfono se le había acabado la carga y estaba apagado. Desde hace meses estoy persiguiendo una plaza ahí y esta llamada parecía tener alguna relación con eso. El mensaje de voz no decía nada. Supusimos que, si era para ofrecerme trabajo o algo así, no me llamarían una única vez. No quedaba más que tener paciencia y esperar o mejor.
¡Una sorpresa reventó cuando mi teléfono terminó de sincronizar! Dos correos había entrado, uno del administrador de la biblioteca y otro de la Lic. de RRHH. El primero me explicaba que la plaza a la que apliqué está más allá de mis capacidades; o más bien, que no bajarían los requerimientos, pues era una plaza “profesional”. Sin embargo, decía que copiaba a la Lic. de RRHH porque había otra plaza a la que probablemente sí me podría adaptar. En el otro correo la Lic. de RRHH me reclamaba que no contesté las llamadas y me convocaba el lunes a las 8:30. Espero que me ofrezcan algo que se acerque a la decencia.