progreso
“Así, en minúsculas, hasta estoy
tentado en ponerlo en letra más pequeña. Ya lo desprecio y apenas logro
comprenderlo. Pero es este supuesto “progreso” (valga la redundancia) el que me
ofende. Esta idea que nos tiene atrapados como en arenas movedizas. Por más que
lo intente, por mucho que me mueva, sigue estando alrededor y, ni me mata, ni
me deja escapar; todo lo contrario, me alimenta, me envenena con brebajes que
no enferman. A fuerza de fricción entumece mi pensamiento. Soy como esa mosca
cubierta por una densa nube que, acumulando sus minúsculas gotas en mis alas,
me impide volar hacia la libertad; hace que se concentre mi consciencia de
mosca en mis alas, convirtiéndolas al mismo tiempo en posibilidad de salvación
y actual maldición. Me hace pensar en la inutilidad de mis virtudes, en cómo la
naturaleza se burla, dándome alas que, aunque funcionan perfectamente, no
sirven para volar en este maldito lugar. Mejor o igual ser rastrero, atravesar
el fango con la cabeza baja, sin ver más que la suciedad, hasta adaptarse y
encontrarla cómoda. Perder la capacidad de ver, perder entonces de vista la
posibilidad de libertad. Perder las alas.”
-Texto tomado de una nota encontrada en
la suela de un zapato roto
***
Comentarios estúpidos sobre un estúpido
progreso
Existe un
orden bajo el cual funcionan las cosas: las interacciones humanas, el progreso
de la humanidad, los estudios científicos, etc. Todo lo que el hombre hace o
conoce tiene, o se le inventa, un sistema que rige su funcionamiento: un orden
sucesivo y repetitivo que se debe haber comprobado – a través del fracaso –
como la manera más adecuada de realizar algo, o descubierto después de largo
tiempo de observación. Es la tarea del pensador cuestionarse, buscar la verdad,
justificar su existencia; sin embargo, haya o no cuestionamiento, haya o no
respuesta, las personas siguen viviendo, el mundo sigue “funcionando” sin
necesitar esas razones. Lo que se considera establecido está establecido y no
hay duda que pueda moverlo. ¿Qué tanta verdad se esconde detrás de esta
estructura? ¿Qué tanta mentira? ¿Qué tan acertadas son nuestras invenciones y
convicciones?
Es un hecho que nuestro cuerpo, por ejemplo, requiere alimento para funcionar.
Hay algunos alimentos que se han comprobado beneficiosos y otros que se han
comprobado como dañinos. En un sentido distinto, hemos aprendido a realizar
ciertas tareas para procurarnos los medios de supervivencia; a través,
principalmente, del dinero (digo principalmente porque aún hay muy limitados
grupos de personas que viven únicamente de lo que producen), que se ha
convertido en la motivación de muchas vidas.
Igual que los alimentos, hay trabajos que se consideran muy beneficiosos
para adquirir el tan preciado medio de vida y hay otros trabajos que
simplemente no… Un asunto común del trabajo es que, sea grande o pequeño el
beneficio directo al individuo que lo realiza, es útil al progreso de la
sociedad. Y hay un mecanismo que ordena esta consecuente estratificación a
través de dos métodos de tinte esclavista, uno forzado y otro voluntario. Esta
esclavitud, al organizar la distribución de la educación, encuentra formas de
limitar el pensamiento de los individuos.
Dentro de estos
métodos de esclavitud que mencionaba, la forzada y la voluntaria, se puede ver todo un
matiz de gradaciones, pero los extremos son esos. Por un lado, al extremo de la
forzada, les es limitada a las personas la posibilidad de acceder a los
medios de desarrollo. Sirviendo como base a la pirámide social, ejecutando
trabajos que, aunque ya existen maquinas que los pueden realizar, funcionan
como refuerzo al impedimento a desarrollar la inteligencia: limitando el
alimento y anulando, a base de exhaustación física, la posibilidad de ocio, por
tanto, del pensamiento. Y por el otro lado, en la voluntaria, durante todo el
proceso educativo se insertan prejuicios y métodos que sistemáticamente
entumecen el pensamiento; convirtiendo al individuo en una maquina egoísta
enfocada en satisfacción de deseos implantados.
Vamos a
enfocar nuestro pensamiento en esa mísera pizca de la población de Guatemala
con el “privilegio” de recibir una educación universitaria; esos mismos con
potencial de adquirir puestos de trabajo de alto beneficio y por tanto, de alta
responsabilidad. Un estudiante universitario guatemalteco ha recibido su
educación primaria y secundaria, generalmente, en colegios privados; y luego,
las universidades, sean públicas o privadas, continúan insertando la misma
metodología a los cerebros de los estudiantes; desde hace mucho tiempo, en todo
el mundo, ya no se enseña a pensar. Se ha optado por la producción masiva, al
buen estilo militar, de infantería ideologizada e ideologizante. Los pensum
universitarios exigen la memorización de procesos de razonamiento para resolver
problemas prácticos en las distintas industrias; esto no está del todo mal, es
necesario para el desarrollo de tecnologías, entre otras cosas, sin embargo, se
ha devaluado la vida. Las personas dejamos de ser humanos y pasamos a ser
autómatas, hipnotizados por el tedio, empecinados en obtener dinero, haciendo
lo que sea que tengamos que hacer para conseguirlo. Muchos llegamos al punto,
luego de mucho tiempo de entrenamiento, luego de mucho tiempo de estar haciendo
lo mismo, donde nos damos cuenta del nulo valor de nuestra existencia.
O, en el mejor de los casos – para la humanidad y su comprensión del progreso
–, este dilema existencial nunca llega, encontramos en las tareas laborales la
justificación de nuestra existencia, aprehendemos la ilusión y nos creemos
productivos para el progreso de la humanidad: nos hacemos estúpidos
funcionales.
Esto
de estupidez funcional viene de que, desde hace mucho tiempo, muchas cosas me
han sugerido que en el mundo las cosas están diseñadas por personas
inteligentes para personas no tan inteligentes – por no decir estúpidas. Claro
que es una inteligencia relativa, ya que si se requiere cierto nivel, un tanto
primitivo, para ser funcional en las sociedades actuales. Y son repetidas las
ocasiones en las que esta idea se atraviesa entre razón e individuo – aquello
que parece no ser funcional no es digno de ser pensado. Admito que es una
fantasía eso de pensar en la mente súper poderosa que controla todo, pero
pienso que en el transcurso de la historia hemos aprendido a hacer cosas con el
fin de facilitarnos y endulzarnos la existencia, y nos han llevado a una estupidez
funcional que limita nuestras capacidades. Ampliando un poco más, por estupidez
funcional me refiero a la mecanización a la que nos ha llevado nuestra
comprensión del progreso. Ha dejado de ser necesario pensar para vivir: todo se
reduce al acatamiento de normas, leyes y procesos. Es esa estupidez funcional
la que no nos permite pensar, no nos permite
entender, ya que el pensamiento deja de ser necesario para la satisfacción de
los deseos. El pensamiento se entumece con la eficiencia del sistema; si
cumplimos las expectativas y nos aferramos a la estructura, la posibilidad del
éxito – dentro de este mundo de progreso – está al alcance. Atribuyo esto como
consecuencia de la comprensión de progreso porque el pensamiento, por muy
primitivo que sea, es empleado únicamente en realizar tareas laborales
“productivas”, se convierte así en una tarea mecanizada, justo como es enseñado
desde la educación primaria, hasta los doctorados universitarios. El
pensamiento se utiliza – y funciona – para buscar soluciones a situaciones
inventadas, imaginarias, simbólicas; deja de aplicarse a lo real: la
satisfacción de lo real, aunque sigue siendo la motivación principal, resulta
siendo dado tras lo simbólico. Las personas dejan de vivir para sí, su vida se
convierte en su trabajo, en su “utilidad”.
Me parecería
justo explicar cómo entiendo esta noción de progreso de la que hablo: en los
centros educativos se recibe una buena parte de la teoría estructural, aunque
se maneja a nivel de inconsciente – de la familia y las relaciones sociales se
absorbe otro buen tanto, pero no me parece que sea un acto deliberado. Se
insertan sueños y metas, se promueve una competencia innecesaria y como
consecuencia, como resultado de alcanzar esos sueños y esas metas, se define el
éxito. El éxito individual se traduce a éxito colectivo, y esta noción de éxito
simboliza el progreso de la humanidad. Por tanto el progreso, aunque no lo
entendamos así –por qué no nos es permitido entenderlo así – se convierte en el
cumplimiento de expectativas ajenas. Y ese cuento ha sido insertado en el
inconsciente de nuestros padres y los suyos, y será lo que se enseñe a nuestros
hijos y a los suyos. Y la única manera de alcanzar estas expectativas es
cumpliendo con los procesos establecidos, caminando los pasos que los “sabios”
nos han dibujado, imitando el andar de otros, saboreando el polvo que
levantaron las pisadas del que va adelante, sin poder ver claramente.
Finalmente, el buen camino del progreso está cercado por la repetición. Somos
seres repetitivos. Nos establecemos en lo que conocemos, lo hacemos una y otra
vez y al hacerlo se nos entumece la capacidad de pensar de otra manera porque
ya no nos es necesario. ¿Por qué habría de buscar algo que no encuentro
necesario? ¿Por qué habría de buscar algo más si en la historia de la humanidad
se ha buscado el camino hacia la comodidad y ha llegado hasta esto? A esto que
llamamos progreso. Todo está en la repetición. Nos cuesta tanto hacer cosas
nuevas que, si no todas, la mayoría de las “novedades” son el resultado de
imitaciones fallidas. Es predecible que reconozcamos la noción de progreso a
partir de los actos repetitivos que resultan en la satisfacción de algunas
necesidades y, eventualmente, producen algo “nuevo”. El progreso, visto así,
deja de ser avance y se convierte en adaptación, desarrollo de técnicas;
resultado de una curiosa combinación de necedad y azar. Por tanto, no estamos
mejorando por que hacemos mejores cosas; hacemos mejores las cosas por que las
hacemos una y otra y otra vez, la práctica lleva al progreso. Aunque no sea
correcto, aunque no sea “verdadero” lo que sea que hagamos, eventualmente nos
va a dar la sensación de progreso por que, con la práctica, la vamos a hacer
mejor; y las demás personas lo aceptaran gracias a una constante exposición –
van aceptando poco a poco lo que sea –, eventualmente surgen consumidores de lo
que sea y finalmente se da valor a ese “lo que sea” y se establece como símbolo
de progreso.
Creo que aquí
ya va quedando claro cómo es que el progreso nos lleva a esta estupidez
funcional. Pero ahora, ¿cuáles son las implicaciones, cuáles con las
consecuencias, dónde está el problema?, si al final mis necesidades están
cubiertas y mis deseos satisfechos. Y mi respuesta puede sonar estúpida,
incluso puede que sea estúpida, pero finalmente es lo que pienso: el problema
está en que no nos damos cuenta que esas necesidades y deseos que satisfacemos
no nos son propios; podrá ser cierto que nosotros los escogimos, tendremos,
quizás, opciones, y podremos escoger dentro de un rango limitado; pero no son
nuestros deseos ni necesidades los que son satisfechos. Probablemente solo un
bebe recién nacido, antes de ser entrenado a ser niño, o un demente o un anciano,
en sus últimos momentos de decadencia, tengan necesidades y deseos propios,
desinteresados por el resto de la humanidad, comprometidos con su propia
humanidad.
Es también
posible que todo esto sea una forma de justificar mis problemas de adaptación
al mundo “profesional”, debe ser cierto que esta bañado de vicios y prejuicios
que he recogido a lo largo de mi vida, pero no deja de ser una posibilidad. Puedo
decir que una parte significativa de mi vida – iniciando cerca de la pubertad,
desde que se asomaba la sombra de esto que aparentemente debo, según se me ha
enseñado, llamar conciencia – ha sido en rebelión. Siempre buscando esa salida
– la famosa grieta. Por momentos perfeccionando la evasión maquillándome la
máscara que se adecuaba a lo que se esperaba de mí. Había periodos en los que
intentaba dejarme la máscara puesta, tratar de acomodarme en ella, pero siempre
hubo algo que me hizo sacudirme la falsedad; nunca ha permanecido por
suficiente tiempo. Actualmente, entre expectativas cumplidas, falseadas y
fracasadas, me exprimo el cerebro para evaluar las consecuencias de esta
violación mental. Me ofrezco la idea de aprehender esta multipolaridad
esquizoide y explorar la disfuncionalidad que tales estados permiten. La lucha
siempre ha sido por la libertad, por renegar hacer las cosas porque simplemente
es lo que se debe hacer, por aceptar una diferencia y encontrar en ella otra
forma de guiar una vida. Aprovecho entonces este ensayo, para explotar una ventana de posible
comprensión. Un esfuerzo imposible.