martes, 6 de agosto de 2013

As the Night Goes By

Have you ever felt like dying? While lying on your bed, waiting as the chemicals kick in. You can feel your heart pounding on your ears, really strong at first but slowing down, getting weaker. You take a deep breath; realized you were gasping. You fight not to close your eyes; you’re afraid you’ll never open them again. You don’t want to fall asleep, but there isn’t much of a choice by now. Your legs and arms feel heavy, like you’re melting away. You can’t keep your eyes open anymore; your brain feels numb. You lose your pulse! Can’t move! You can't listen your pounding heart anymore! You can certainly feel it stopped, you're fading.  

Almost convulsing you catch your breath; you shiver and put your hand on your chest to feel the violent beating of your heart. 

Then start all over again, as the night goes by.

lunes, 5 de agosto de 2013

Vitrineando Intro

Otra mañana perdida buscando lo que no quiero; cubrir necesidades se acerca a lo imposible. Por momentos desearía no necesitar meterme comida a la boca, poder dormir tranquilamente bajo cualquier árbol y, por la eternidad, no tener necesidad alguna de luchar. A muchos les puede parecer hasta ofensivo esto de no tener la necesidad de luchar, ─¡de que más se trata la vida si no es de luchar por nuestra supervivencia! (levantando el puño derecho frenéticamente) ¡Despertar cada día con ánimos y deseos de superarnos! (sacudiendo ahora el puño izquierdo y azotándolo con el acento de la última palabra)─ para luego (suavizando el tono y tomándose ambas manos como hacen las viejitas) recordarnos que debemos dejar un mundo mejor para las nuevas generaciones. (Si las nuevas generaciones fueran suficientemente sabias, ya estarían entrevistando a todos los viejos y eliminando de una buena vez a los que no acepten su propia estupidez.) 

Es que esto de luchar nunca ha sido mi fuerte, no me considero nada competitivo, aunque reconozco que hay cierto placer en ganar. Sin embargo, se me hace un placer tan vacío; como sociedad no recibimos mayor beneficio, ya que, forzosamente, lo que uno gana es lo que otro perdió. 

Se les ha construido a la competencia y a la ambición un pedestal dentro de la vitrina de las virtudes (junto a otras no tan mejores ni tan peores). Llámenme ingenuo, pero creo que eso no está bien. No me parece correcto que pensemos que algo que, en el mejor de los casos, va a beneficiar al 50% de la población mundial sea considerado como una virtud, recostada sobre otra que solo es cuantificable en comparación con el desempeño ajeno. Rápido pensamos que si no hubiera competencia no progresaríamos pero creo que ahí también nos equivocamos, no entendemos que simplemente es esa la forma en la que hemos aprendido a hacer las cosas. Nos hemos arrebatado la satisfacción personal por nuestros logros llevándonos al punto en que nuestros logros no son nada si no superan en algo los logros ajenos. Esto nos lleva a dejar de ser quien somos por quien somos; nos hacemos individuos a raíz de relaciones externas a nosotros mismos. 

Propongo esto como una introducción. Vitrineando será una serie dedicada al análisis de las virtudes que solemos admirar, con sus debidas tergiversaciones (todo bajo mi punto de vista). Las entregas serán eventuales. 

viernes, 26 de julio de 2013

Intento de Finalización de Lamentación

La tensión que provoca la plena ociosidad está amenazando con desequilibrar mi límbica* estabilidad. Lentamente los ánimos se desvanecen y solo puede verse una solución en el tan tradicionalmente aceptado trabajo; aunque implique una constante dosis de laceración. Esto surge de una cobardía y una contradictora vanidad por mantener intacto el estilo de vida. (Y vuelvo con la misma cantaleta: que tengo que trabajar, pero no quiero; pero igual, aunque no quiera, necesito trabajar porque el poco dinero que tengo se va a acabar y entonces no voy a tener para el súper, la renta, etc. Así que haré lo posible por no cansar más al mundo con mis infructuosas lamentaciones e intentaré escribir sobre algo más.)

*Acepción inventada de la palabra: Límbico: relativo al limbo. Entiéndase "limbo" por ese punto intermedio, ese "ni aquí ni allá".

lunes, 22 de julio de 2013

Lo que esconden las nubes

Lo que logro ver de cielo es azul, mayormente despejado. Superando los árboles que me obstruyen el horizonte, nubes esponjosas (como las de las caricaturas). Luego, hacia arriba, dispersas, en lo que alcanzo a ver, nubes, prácticamente, disueltas (El exceso de comas es para que cada quien pueda dibujar la dispersión de las nubes en su imaginación, según cómo lo lea.). Por momentos el sol ilumina, intensamente; por momentos, no: algo le obstruye. No puedo ver hacia el otro lado, pero el viento se siente insolente, desvergonzado. Acarrea estruendos, violencia. Lo que logro ver no es más que la proyección de una batalla: la oposición de los elementos jugueteando con mis sentidos. Una ráfaga se cuela por mi ventana para alborotar unos papeles, los elementos me atacan, necesito resguardo. Abro más la ventana y una gran corriente le da vida a esta habitación. La tormenta es inminente. El sol ya no encuentra por donde brillar. (Son las 3pm, por el ángulo, tiene las de perder.) Los animales lo saben: escucho perros ladrando a lo lejos; los gatos estaban inquietos en el techo de la casa de la vecindad (ya no están); los pájaros cantan; y los árboles se sacuden en esporádicas convulsiones. Mientras tanto yo, respirando despacio, espero la tormenta, que no puedo ver, estático, hipnotizado. En un rincón de mi imaginación guardo la esperanza que una ráfaga me arrastre, como arrastran las olas en el mar, a las nubes de una gran tormenta y desde ahí mis palabras desciendan sonoras y centelleantes: "¡No creas en las palabras de los hombres! ¡Menos en los que digan que escuchan palabras en los rayos, puesto que no se requiere más que una mediana altura, para parecer suprema una voz!". Pero el sol ilumina de nuevo, haciendo frente a la tormenta. (Me gana la curiosidad y aprovecho un viaje a la cocina para buscar una ventana donde pueda ver hacia donde mi ventana no me lo permite: efectivamente, una nube negra acecha amenazadora; con la ironía que caracteriza al universo, la nube tiene ventanas por las que el sol lanza sus rayos de despedida, vencido. (Es una gran mentira todo esto: antes de empezar a escribir, en mi camino hacia aquí vi que a lo lejos se acercaba una enorme nube. Es ese el sentido de estas palabras insignificantes. Siempre tuve la certeza de la tormenta.)) El sol sigue brillando, no quiere darme la razón (además, no estoy seguro de querer tenerla: no sabría que hacer con ella). Cierro la ventana, me dio frío. Dos minutos después la abro de nuevo, me dio calor. 

El sol no se rinde. La sombra de una antena me hace caer en cuenta que la iluminación del sol depende de las condiciones que las nubes le impongan: puede que a unas cuadras de aquí la tormenta ya esté haciendo estragos. 

Es fácil olvidar que, aunque estos son los únicos ojos a través de los que puedo ver, hay otras formas de ver el mundo. Lo más triste es que, así como las nubes nos muestran el cielo, podemos aprender a ver parcialmente nublado (en el mejor de los casos...).

lunes, 15 de julio de 2013

Viviendo la fantasía de libertad

Estoy viviendo una fantasía. Podría levantarme tarde, pero escojo no hacerlo. Me levanto temprano y hago lo que quiero. Si quiero leer, leo; si quiero escribir, escribo; si quiero salir, salgo; etc, etc. Y no, no estoy de vacaciones, simplemente una situación laboral compleja se resolvió de una forma muy sencilla que me dejó con suficientes fondos para una pequeña temporada de meditación. Se cruzan ideas, consejos, recuerdos, ilusiones; pero principalmente: preguntas.

Creo poder ver muchas cosas. Dentro de las cuestiones que debo resolver: la situación económica. (Mientras escribo esto se me antoja un té, ahora que he terminado con el icing*. No pasa nada: me levanto y me preparo uno. Earl Grey. Noto el silencio y entonces le pido a Bjork que me cante, suavecito. Gracias.)... (Se alarga la pausa mientras retomo el hilo de lo que escribía. Me distrae la ventana: el viento mueve a los arboles y a lo lejos se escucha una avioneta, en el techo de la casa de la vecindad el viento hace vibrar el agua empozada, parece que se estuviera moviendo, y aunque los cables y tuberías le espantan el glamour, me permito imaginar que fuera de mi ventana hay agua fluyendo: un rio, o quizá un lago; un ambiente un poco estereotipado pero igual invita a la creación. El té aún está muy caliente; juego con la nubecita del vapor que despide. Saboreo esta libertad.) (Me invito a concentrarme en continuar con lo que hacia, la exposición se desarrollará sola, la libertad sabe venderse ella misma.) Para mantener el estilo de vida que tengo, voy a necesitar encontrar una forma de procurarme un ingreso. Muchas personas me aconsejan que ponga un negocio propio, idea que suena muy bonita, pero he reflexionado mucho últimamente y dudo tener la ambición necesaria para entregarme a una actividad cuya única motivación sea la generación de dinero. Siempre sigue, a cualquier objeción, la pregunta: "¿Que es lo que querés hacer?", a lo que respondo con un suspiro que le pone el punto al signo de interrogación al que se convierte mi cara. La primer respuesta en mi cabeza es "nada", la segunda es "lo que se me de la gana", pero mejor expreso ese signo de interrogación porque sé que ninguna de esas dos respuestas satisface la profundidad de la pregunta que se me hizo. Y es que la pregunta no busca una respuesta sincera, busca una respuesta útil; algo que pueda hacer para convertirme en una persona productiva. (El té, por cierto, me quedo delicioso y Bjork se me puso un poco jumpy.)

Mantengo la cuestión en mente casi todo el tiempo (a menos que esté distraído por la cúpula que veo desde mi ventana, tiene una antenita, que aunque esta atrás, desde mi punto de vista le queda precisamente en el centro y hace que parezca parte importante de una base de operaciones extraterrestres. Amplío la mirada y noto que más cerca, casi sobre mi lago, hay dos antenas parabólicas: una tendrá un poco más de dos metros de diámetro, y la otra un poco más de uno. En el centro, con mas de diez metros de altura, una estructura metálica sostiene dos antenas, y en la base algo que parece una chimenea, pero no me da confianza, más parece la torre de comando de un submarino, algo muy extraño puede estar pasando muy cerca de mi, pero yo saboreo mi delicioso té que ya se está poniendo frío.) y creo, por momentos, encontrar respuestas. Pero para que la respuesta esté completa, debo repasar todas las posibles objeciones, todas las preguntas que puedan surgir, etc. Suelo empezar con: "quiero escribir", y trato de imaginar las formas en las que eso me pueda generar un ingreso. (Se me ocurre algo que podría ser una idea para algún artista plástico o, porque no, al rato y resulto de artista plástico... La cosa va algo así: un escritor tambaleante [la mejor traducción de struggling writer que se me ocurre ahorita ─frase, por cierto, que me parece, por alguna razón, exquisita─] tiene esperanzas de generar dinero con los libros que produzca. Entonces, para asegurar el valor de un libro podría escribirlo en billetes, luego encuadernarlos y venderlos. El precio mínimo del libro seria estable, ya que no puede valer menos de la cantidad de billetes que tiene. Por aquí talvez se puede notar que no tengo mucho de empresario, ahora que terminé de escribir esta idea empiezo a pensar en razones por las que no funcionaría... pero bueno... Por otro lado no puedo negar que sería muy divertido ver un libro que en vez de hojas tenga billetes.) 

A los que digan que no me puedo comer las palabras les respondería que "¡no les veo comiendo billetes pero ahí andan detrás del dinero igual!" (Perdón, tuve que forzarlo un poco, se me ocurrió la linea, me pareció divertida y tuve que crear una estupidez para poder usarla.) Para empezar hay que saber escribir, luego hay que escribir cosas que a la gente le guste leer, pero en el momento en que empiezo a escribir algo solo para que los demás lo lean, haciéndolo de la mejor forma que se me ocurre para que les guste y lo compren y lo recomienden y demás, es ahí donde pierde validez mi trabajo. Para eso me voy a trabajar donde sea a que me digan que hacer y que estén contentos con que les haga caso. Si voy a escribir, tendré que escribir lo que quiera expresar. Contar las cosas como las quiero contar. Para eso, creo que debo empezar a contemplar la posibilidad del fracaso rotundo y estar en paz con la posibilidad de que al vivir a plenitud mi fantasía el resultado sea la miseria. (Bjork termino su presentación y me dejó a Sigur Ros, capturando completamente el sentimiento del momento.) Ojalá las cosas nos salgan bien.





* Por “icing” me refiero literalmente a “icing”, el que se usa para decorar galletas, una simple y deliciosa mezcla de azúcar glass y jugo de limón. (Los fines de semana usualmente hacemos panqueques {algo parece repugnante de como luce esa palabra escrita} y yo acostumbro hacer icing para poner en los míos, en vez de miel o cualquiera de esas cosas; este fin de semana hice de más. Por tanto lo degusté a cucharadas. ¡Delicioso!)