Son dos las formas como se
comprende la palabra cultura: por un lado es el cúmulo de conocimientos y
valoraciones que la humanidad ha cosechado a lo largo de su historia; por otro se
entiende como una serie de elementos, creencias, prácticas y tradiciones que
identifican a una comunidad, diferenciándola y quizá destacándola del resto de
la humanidad. Comparto plenamente la primera acepción, más no la segunda; y es
que la cultura, vista de esta forma, se me antoja una ilusión comparable a las
religiones y movimientos políticos (obviamente en vastas proporciones), que no
son más que la expresión del narcisismo humano que intenta apropiarse de una
forma particular de comprender su realidad, considerarla como la única correcta
y creerla superior.
Encuentro
tantos problemas con esto que no sé por dónde empezar. Talvez sería bueno intentar
aclarar el punto de vista desde donde quiero creer que lo veo: me considero un
apátrida aculturado; rechazo ser determinado por cualquier “cultura”
que no sea la humanidad (aunque sé que, lamentablemente, estoy fuertemente
influenciado por los prejuicios bajo los que he sido educado).
Habiendo
establecido eso, pienso que, culturalmente, para que exista fricción es requerido que dos
cuerpos se opongan. Y quizá acaricie lo romántico al decir que lo único que
identifica universalmente a las personas es su condición de humanidad, aunque
sea cierto que hay diferencias, tan solo son superficiales. Nada más erróneo que
pretender que las convicciones propias son las únicas correctas y, por tanto,
el resto de la humanidad está equivocada. Empezando por que la mayoría, si no todos los elementos, prácticas, tradiciones, etc., de las denominadas culturas no son
más que el resultado inevitable de la adaptación al medio en el que habitan:
por ejemplo, su dieta, sus creencias y hasta su ciclo de vida son determinados
por el ambiente en el que se desarrollan; influyendo incluso su aspecto físico,
su noción de belleza y su valoración estética, todo esto se origina ahí.
Para ponerlo
en otras palabras, entiendo esta otra acepción de “cultura” como un mecanismo
de control más. Al intentar impermeabilizar una cultura se produce un
estancamiento. Es solo a través del intercambio cultural que los horizontes se
expanden, ya que cada individuo que cosecha conocimiento desde su situación
particular entrega a la humanidad una perspectiva que amplía las posibilidades
y capacidades de comprensión de la misma humanidad.
¿Qué
importancia tiene rescatar cuál identidad, cuál cultura? ¿La de mis
antepasados, acarreando sus prejuicios y equivocaciones? ¿Para qué? Mejor
aprendo de cada quien lo que valore correcto, y aunque tal valoración esté
influenciada por mi crianza, como no considero ninguna convicción infalible, se
podrán destruir valoraciones hasta sus cimientos, descubriendo sus desviaciones
y quizá creando nuevas desviaciones. Al final de cuentas, la cultura no es más
que otro intento de la humanidad por justificar su existencia, o talvez no.
Finalmente,
lo que quiero decir con esto es que no comparto (y bien podría decir que talvez
no entiendo) la necesidad de diferenciar y delimitar a las personas por
culturas. Las diferencias están ahí, pero no caracterizan al individuo como
individuo, sino como habitante de una cierta comunidad, en la que casualmente
se vive de cierta manera, porque así ha sido como mejor lo han pensado.
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