Ha requerido un gran esfuerzo mantenerme a una distancia segura de las redes sociales. Es la única defensa que un procrastinador compulsivo tiene para recuperar algo de “productividad”. La cosa es que de vez en cuando (una o dos veces por semana, idealmente ─dos veces al día este último par días─) me permito una miradita. Hoy descubrí la noticia de la supuesta segunda decisión ejecutiva de Trump (digo supuesta porque no le he llevado la pista muy de cerca) con la que retiraba la asistencia económica de EEUU a instituciones extranjeras que ofrezcan servicios de salud reproductiva a mujeres. Entre estos servicios se incluyen prácticas abortivas, lo que motivó, aparentemente, la orden del nuevo presidente.
No es la decisión en particular (la de Trump) la que quiero explorar. Esta solo me recordó el asunto. Y como Facebook me está presionando para que publique algo en la página de mi blog, pensé en exponer mi postura (aprovechando la ola mediática ─la vida es prostitución de una u otra manera─).
Primer punto: la decisión de realizarse o no un aborto corresponde exclusivamente a quien esté considerando hacerlo.
Es demasiado fácil juzgar desde la distancia, y hay distancias de distancias (circunstanciales, ideológicas, socioeconómicas, educativas y más). Yo no puedo imaginar lo que una decisión como esa puede significar para una persona. Aún así, dudo muchísimo que sea algo que se tome a la ligera, exceptuando, quizá, el perfil que se caricaturiza con Pennsatucky en la serie Orange is the New Black: una “ex”-junkie, abusada desde la infancia, hundida en la más profunda ignorancia en cuanto a salud sexual y reproductiva. Esta posible excepción a la regla nos remite a la importancia de la educación sexual y reproductiva; quien se tome el aborto a la ligera debe ser alguien que no tiene una idea clara de lo que está haciendo.
Así llegamos al segundo punto: la educación es la única alternativa. Si usted no está de acuerdo con que la gente aborte sus embarazos, asegúrese primero de que todas las personas “vulnerables” (entiéndase: hombres y mujeres fértiles; entiéndase: “niños” y “niñas” que han alcanzado la “madurez” sexual; entiéndase: pubertad ─y como no todos los niños y niñas alcanzan la pubertad a la misma edad, asegúrese de educarlos antes de que estén en “riesgo”─) estén muy bien enteradas de qué es un embarazo y cómo “se contrae” (no se enoje, ría mejor; fue una broma). No quiero decir que el embarazo es una enfermedad, pero sí que es una condición que se puede prevenir si los sujetos no están dispuestos o preparados para recibir (criar, educar, mantener) a un ser humano.
El aborto es el último recurso (y seguramente una experiencia muy fuerte). Como tal, no debe ser tomado a la ligera ni dejarse al margen de las discusiones de salud. Por tanto, indiferente a una postura favorable o contraria, es absolutamente necesario que las herramientas y los métodos estén al alcance de quien pueda llegar a requerirlos. Hay que entender que el acceso en ninguna medida representa una invitación a realizarse, simplemente es un ambiente seguro en el que se pueda realizar un procedimiento médico (potencialmente traumático para los pacientes; pero ese es un tema aparte).
Ahora, si usted se niega a “corromper” la inocencia de los prepubertos ofreciendo educación sexual y reproductiva integral, clara y sin ataduras ideológicas, haga oídos sordos, sáltese las distancias y juzgue desde la intransigencia de la sabiduría absoluta.
No es la decisión en particular (la de Trump) la que quiero explorar. Esta solo me recordó el asunto. Y como Facebook me está presionando para que publique algo en la página de mi blog, pensé en exponer mi postura (aprovechando la ola mediática ─la vida es prostitución de una u otra manera─).
Primer punto: la decisión de realizarse o no un aborto corresponde exclusivamente a quien esté considerando hacerlo.
Es demasiado fácil juzgar desde la distancia, y hay distancias de distancias (circunstanciales, ideológicas, socioeconómicas, educativas y más). Yo no puedo imaginar lo que una decisión como esa puede significar para una persona. Aún así, dudo muchísimo que sea algo que se tome a la ligera, exceptuando, quizá, el perfil que se caricaturiza con Pennsatucky en la serie Orange is the New Black: una “ex”-junkie, abusada desde la infancia, hundida en la más profunda ignorancia en cuanto a salud sexual y reproductiva. Esta posible excepción a la regla nos remite a la importancia de la educación sexual y reproductiva; quien se tome el aborto a la ligera debe ser alguien que no tiene una idea clara de lo que está haciendo.
Así llegamos al segundo punto: la educación es la única alternativa. Si usted no está de acuerdo con que la gente aborte sus embarazos, asegúrese primero de que todas las personas “vulnerables” (entiéndase: hombres y mujeres fértiles; entiéndase: “niños” y “niñas” que han alcanzado la “madurez” sexual; entiéndase: pubertad ─y como no todos los niños y niñas alcanzan la pubertad a la misma edad, asegúrese de educarlos antes de que estén en “riesgo”─) estén muy bien enteradas de qué es un embarazo y cómo “se contrae” (no se enoje, ría mejor; fue una broma). No quiero decir que el embarazo es una enfermedad, pero sí que es una condición que se puede prevenir si los sujetos no están dispuestos o preparados para recibir (criar, educar, mantener) a un ser humano.
El aborto es el último recurso (y seguramente una experiencia muy fuerte). Como tal, no debe ser tomado a la ligera ni dejarse al margen de las discusiones de salud. Por tanto, indiferente a una postura favorable o contraria, es absolutamente necesario que las herramientas y los métodos estén al alcance de quien pueda llegar a requerirlos. Hay que entender que el acceso en ninguna medida representa una invitación a realizarse, simplemente es un ambiente seguro en el que se pueda realizar un procedimiento médico (potencialmente traumático para los pacientes; pero ese es un tema aparte).
Ahora, si usted se niega a “corromper” la inocencia de los prepubertos ofreciendo educación sexual y reproductiva integral, clara y sin ataduras ideológicas, haga oídos sordos, sáltese las distancias y juzgue desde la intransigencia de la sabiduría absoluta.
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