Así como se pasan las horas de insomnio se me han pasado meses, incluso años: intentando hacer lo que debería estar haciendo... sin lograrlo.
Parece tan claro, tan sencillo: "todo lo que hay que hacer es dormir; todo lo que hay que hacer es vivir", dicen con demasiada seguridad, como si fuera tan fácil.
Y es que sí, no para todos es fácil.
Algunos de nosotros tropezamos, y tropezamos, y tropezamos; luego parece que olvidamos cómo hacerlo, perdemos la capacidad de dormir y aparentemente olvidamos cómo es que es el asunto ese de vivir. Sin darnos cuenta se nos va de las manos y ya no sabemos qué hacer.
¿Cómo se dirige una nave cuando, sin darte cuenta, soltaste el timón y al voltear a buscarlo este desapareció?
No sé qué tan común sea. Comprender que la mayoría tampoco tiene idea de qué está haciendo ya dejó de ser consuelo. A veces es difícil saber si todavía existe consuelo; es lo único a lo que se puede aspirar, la ilusión del sentido ya no está.
¿Para qué?
¿Qué razón queda cuando ya no hay razón? ¿Hacia dónde buscar para perseguir qué? Todo tiene el precipicio detrás, todo se hace lágrima en su paso al olvido. Somos nada y todo nos destruye.
Somos mentira.
Somos la voz muda que se ahoga.
Somos los que tenemos respuestas sin pregunta.
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