Para mí es innegable que, más que indiferencia, lo que tenemos es una gruesa callosidad, un inmundo habituamiento —sin embargo acostumbrado—. De ahí surge una forma de desconfianza, pero no es por malicia, es más el cansancio de haber peleado y reclamado hasta perder las esperanzas de que algo mejor sea posible. No es indiferencia, es desesperanza.
No lo niego, lo padezco. He sido un mediocre inconforme toda mi vida. Y es que la corrupción en este país no es nada nuevo, las pruebas al respecto tampoco; desde que puedo recordar los poderes se mueven de maneras tendenciosas, sin rastro de un sentido de justicia.
Quizá la esperanza ahora nace del delirio de poder que las redes sociales nos dan a nosotros, simples ciudadanos; un delirio que amenaza con invadir a las masas, para convertirse en realidad. Cabe incrustar mi repudio al concepto borreguizante de "las masas", pero cuando veo una buena intención de fondo, se disuelven las críticas. Solo espero que el movimiento logre mantenerse limpio de influencias. Y mientras tanto, a soñar con la posibilidad.
miércoles, 20 de mayo de 2015
martes, 19 de mayo de 2015
Desfibrilando el músculo político (1)
Aunque es válido sentirse al margen, es imposible realmente estar al margen.
Yo soy uno de esos que fantasea con vivir aislado, o sea que en fantasías rechazo la sociedad; más en la realidad no me queda sino someterme, pues no soy capaz de sustentar todas mis necesidades.
Tampoco soy un individuo significativamente importante para la sociedad, aunque delirio con aspiraciones e intenciones de grandeza; aunque irremediablemente inciertas.
Yo soy uno de esos que fantasea con vivir aislado, o sea que en fantasías rechazo la sociedad; más en la realidad no me queda sino someterme, pues no soy capaz de sustentar todas mis necesidades.
Tampoco soy un individuo significativamente importante para la sociedad, aunque delirio con aspiraciones e intenciones de grandeza; aunque irremediablemente inciertas.
Desde aquí enfrento el conflicto político que afecta al país. Con una indiferencia malsana por el poco interés que tengo en la sociedad, con la nula esperanza por la forzada costumbre a esta siniestra situación.
Soy uno de esos a los que el miedo ha encerrado en una nube, y el problema es que en ella me he acomodado. Cierto también que desde hace años la rasco, desde hace años me molesta, pero no por eso se hace incómoda. Y entonces señalo a todos los que se irritan a mi alrededor, cada quien envuelto en sus ideas, tan virtuosas como defectuosas, tan falsas como sus mismas nubes; tan falsas como la nube en la que nos englobamos.
Pera ahora debo admitir que todo esto ha avanzado bastante más de lo que esperaba. Ahora empiezan a nacer las nuevas maromas, empiezan a volterase las tortillas, y dentro de mis fantasías me parece ver que la cúpula se desmorona a sí misma. Pero luego descubro que no es más que otro movimiento estratégico, un nuevo malabarismo político; y es que después de tantas mentiras uno aprende a no creerle a nadie.
Soy uno de esos a los que el miedo ha encerrado en una nube, y el problema es que en ella me he acomodado. Cierto también que desde hace años la rasco, desde hace años me molesta, pero no por eso se hace incómoda. Y entonces señalo a todos los que se irritan a mi alrededor, cada quien envuelto en sus ideas, tan virtuosas como defectuosas, tan falsas como sus mismas nubes; tan falsas como la nube en la que nos englobamos.
Pera ahora debo admitir que todo esto ha avanzado bastante más de lo que esperaba. Ahora empiezan a nacer las nuevas maromas, empiezan a volterase las tortillas, y dentro de mis fantasías me parece ver que la cúpula se desmorona a sí misma. Pero luego descubro que no es más que otro movimiento estratégico, un nuevo malabarismo político; y es que después de tantas mentiras uno aprende a no creerle a nadie.
miércoles, 6 de mayo de 2015
Allá tú, aquí yo
Y dime, ¿cómo te encontró la noche? ¿Por donde se te coló el sereno? ¿Cómo viviste el día en el que te libraste de una carga del pasado, solo para descubrir que esta recién nacida esperanza es tanto más pesada?
¿Aún vagan libremente tus ilusiones?
No te engañes, yo soy como tú. Ahora las noches se me hacen eternas y los días incontables; no me queda más que mentirme y repetirme que las fantasías no habitan en esta realidad: que las lágrimas son dulces y los suspiros liberadores; que el tiempo no se acerca ni se aleja; que mi sombra se ha detenido, escondiéndose bajo mis suelas.
Ahora no hago más que ver bailar a las salvajes hojas que invaden mi vista, lo único dinámico que atrapa mi atención; todo lo demás se ha detenido: el sol, la respiración, el parpadeo. No hay más que viento, ásperas corrientes heladas que hacen tiritar toda vida a su paso.
Como un espectro me descubro en el reflejo del cristal que nos divide. Allá tú, libre, al intemperie; aquí yo, solo, envuelto en mi mismo, sofocado en mi vacuidad.
¿Aún vagan libremente tus ilusiones?
No te engañes, yo soy como tú. Ahora las noches se me hacen eternas y los días incontables; no me queda más que mentirme y repetirme que las fantasías no habitan en esta realidad: que las lágrimas son dulces y los suspiros liberadores; que el tiempo no se acerca ni se aleja; que mi sombra se ha detenido, escondiéndose bajo mis suelas.
Ahora no hago más que ver bailar a las salvajes hojas que invaden mi vista, lo único dinámico que atrapa mi atención; todo lo demás se ha detenido: el sol, la respiración, el parpadeo. No hay más que viento, ásperas corrientes heladas que hacen tiritar toda vida a su paso.
Como un espectro me descubro en el reflejo del cristal que nos divide. Allá tú, libre, al intemperie; aquí yo, solo, envuelto en mi mismo, sofocado en mi vacuidad.
jueves, 16 de abril de 2015
¿De qué vive uno?
Si no es de los pedazos de pellejo que dejamos a rastras en el áspero pavimento,
si no es de las lágrimas que escasamente nos lubrican el camino,
si no es de la sangre que perdemos para no ser olvidados.
Al menos el suelo nos recuerda,
al menos esas groseras manchas permanecen,
al menos los insectos se deleitan con nuestros restos.
Finalmente, el gusto será siempre, por gusto, deleitar,
será, de cualquier manera, gustar,
empalagar,
olvidar.
viernes, 10 de abril de 2015
Historia de una mosca
La mosca se aferraba a un hilo de la telaraña de la que había logrado escapar. No podía volar, sus alas fueron devoradas por una arañita bastarda que se encargaba de vigilarle.
Días de insecto ─que equivalen a años de hombre─ pasó ahí atrapada, fantaseando con la libertad; tanto tiempo pasó que ya no podía entenderla, no era posible más que como fantasía.
Sus amplios ojos de mosca, aún cubiertos por los restos de su antigua prisión, solo lograban ver sombras, siluetas oscuras, nada claro. Sus patas, atrofiadas por la dulce mugre con la que le alimentaban, engoradándole cual coche en finca, no podía usarlas para aclararse la vista.
Su escape había sido procurado por la casualidad y se mecía con el viento, el péndulo era hipnotizante. A través del hilo sentía las vibraciones de cada paso de su predadora, pero su escape aún no era advertido.
En su mente albergaba un dilema: soltarse y dejarse caer, enfrentar el riesgo de no sobrevivir la caída, o caer en una prisión más cruel; o tal vez caer a salvo, recuperar sus alas y volver a volar, aterrizar en el más dulce colchón de mierda que cualquier mosca haya probado jamás, experimentar la libertad, saborear los más dulces manjares. O, por el otro lado, dejarse atrapar, volver a la prisión que tan humildemente le hospedó, apreciar de nuevo la áspera caricia de los hilos de su celda, y ver en los colmillos de la predadora una ventana al final, las cadenas que le sujetarían a la plena y definitiva libertad.
Días de insecto ─que equivalen a años de hombre─ pasó ahí atrapada, fantaseando con la libertad; tanto tiempo pasó que ya no podía entenderla, no era posible más que como fantasía.
Sus amplios ojos de mosca, aún cubiertos por los restos de su antigua prisión, solo lograban ver sombras, siluetas oscuras, nada claro. Sus patas, atrofiadas por la dulce mugre con la que le alimentaban, engoradándole cual coche en finca, no podía usarlas para aclararse la vista.
Su escape había sido procurado por la casualidad y se mecía con el viento, el péndulo era hipnotizante. A través del hilo sentía las vibraciones de cada paso de su predadora, pero su escape aún no era advertido.
En su mente albergaba un dilema: soltarse y dejarse caer, enfrentar el riesgo de no sobrevivir la caída, o caer en una prisión más cruel; o tal vez caer a salvo, recuperar sus alas y volver a volar, aterrizar en el más dulce colchón de mierda que cualquier mosca haya probado jamás, experimentar la libertad, saborear los más dulces manjares. O, por el otro lado, dejarse atrapar, volver a la prisión que tan humildemente le hospedó, apreciar de nuevo la áspera caricia de los hilos de su celda, y ver en los colmillos de la predadora una ventana al final, las cadenas que le sujetarían a la plena y definitiva libertad.
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