jueves, 20 de julio de 2017

Se busca (1)

Pasamos horas platicando. Hasta me compró un cuadernito para anotar todas las posibilidades que podría perseguir. Le expliqué que tampoco es que me he pasado los días sin hacer mucho, le conté de las aplicaciones y correos que he vomitado por aquí y por allá. Le conté mi frustración de no encontrar respuesta, de los duros golpes que se esconden tras el silencio. Fueron horas de reflexión y descubrimiento; de desahogo también.

Llegó el jueves y nos aventuramos a la producción. Todo en orden. Encontré un poco de paz en la ausencia del acoso del banco ─eran aproximadamente ocho llamadas diarias─.

Alrededor de medio día recibí una llamada. Me requerían a la mañana siguiente para una entrevista. Cuando me llamaron tenía programada una reunión para la mañana siguiente, solicité otra hora y me ofrecieron a la una de la tarde. Eso me quedaba bien. La entrevista era para una plaza back office en una agencia de cobros (Call Center), vaya ironía.

Volví a la producción sintiéndome un poco mejor conmigo mismo, al menos había conseguido una entrevista. No pasó mucho tiempo cuando recibí otra llamada. Otro Call Center para otra plaza back office. Me preguntaron si podía llegar a entrevista el viernes, les dije que tenía unas reuniones programadas ese día, entonces me ofrecieron el lunes. Me programaron la entrevista para las 8:30.

Mi ego se infló un poco más. Esos trabajos no estaban cerca de lo que realmente deseaba, pero eran trabajos que me ofrecerían un ingreso no tan miserable. ¡Al fin tenía otra entrevista!

Llegó el viernes. La reunión que tenía programada para las 9:00 se canceló. Así que me puse a trabajar en otras cosas. En el transcurso de la mañana recibí un correo con un cuestionario de aplicación para un medio. Lo llené y a medio día lo envié.

Ya eran las doce y tenía que salir corriendo para llegar a tiempo a mi entrevista de la una. Llegué como a las y-cuarto, y-veinte. Cuando me atendieron me informaron que debía esperar un rato, que me habían esperado pero como no llegué se fueron a almorzar. Obviamente, ninguna objeción de mi parte. Precisamente para eso llevaba a mi Oliver Twist.

Fueron unos 40 minutos de espera. De pronto salió una chica, diciendome que pasara. Pasé. La seguí por donde fue hasta que llegamos a una pequeña sala. Me señaló una silla y me senté. Hablamos por media hora, más o menos. Sus preguntas fueron más o menos vagas pero me dieron la sensación de que necesitaban a alguien proactivo e independiente, no estoy seguro de ser un buen candidato para la plaza ni de que sea una buena plaza para mí.

Cuando salí mi teléfono estaba cerca de morir. Creo que estaba acercándose al 10% de batería, quizá menos. Empecé a caminar, debía recorrer más de media avenida Las Américas. Menos de tres cuadras después empezó a lloviznar. Yo consideraba cuánto debía esperar para sacar el paraguas en mi maletín cuando vibró el teléfono. Era mi esposa. Empezaba a llover y el riesgo de que lloviera fuerte era alto, ella estaba cerca mi ubicación le quedaba en ruta a su destino.

Pasó recogiéndome. La acompañé en sus diligencias, donde perdimos más de una hora de la proyectada; ella se goza interacciones como la de ese día. Mi teléfono, mientras tanto, seguía muriendo, lento.

Finalmente salimos; eran las cuatro de la tarde. Nos tomó casi media hora llegar a dónde íbamos. Cuando llegamos ella se bajó a dejar el paquete y a recoger sus cosas, mientras esperaba busqué el cargador del carro para poder navegar la ciudad con waze y algo de música. No funcionó. Unos cuantos minutos dentro del viaje murió mi teléfono. Eran aproximadamente las 4:30.

No sé cuánto nos tardamos en venir. Ni es importante. El punto es que al llegar puse a cargar mi teléfono. Minutos después fui por él.

Resultó que algo había pasado con una de las entregas del día y había que ir a dejar un no sé qué. Se me asignó esa tarea. Al salir, cuando estaba en camino, me entraron unas notificaciones al teléfono. Tenía un mensaje de voz del teléfono de la U. No pude revisar en el momento, pero al regresar a la casa me senté a investigar qué era lo que había pasado.

Sucedió que me intentaron llamar de la U cuando a mi teléfono se le había acabado la carga y estaba apagado. Desde hace meses estoy persiguiendo una plaza ahí y esta llamada parecía tener alguna relación con eso. El mensaje de voz no decía nada. Supusimos que, si era para ofrecerme trabajo o algo así, no me llamarían una única vez. No quedaba más que tener paciencia y esperar o mejor.

¡Una sorpresa reventó cuando mi teléfono terminó de sincronizar! Dos correos había entrado, uno del administrador de la biblioteca y otro de la Lic. de RRHH. El primero me explicaba que la plaza a la que apliqué está más allá de mis capacidades; o más bien, que no bajarían los requerimientos, pues era una plaza “profesional”. Sin embargo, decía que copiaba a la Lic. de RRHH porque había otra plaza a la que probablemente sí me podría adaptar. En el otro correo la Lic. de RRHH me reclamaba que no contesté las llamadas y me convocaba el lunes a las 8:30. Espero que me ofrezcan algo que se acerque a la decencia.

martes, 27 de junio de 2017

Hablando impertinencias: ¿Es posible que alguien esté dispuesto a pagarme un sueldo por escribir?

Hice un anuncio para mi supuesto negocio que me empuja a intentar responder una pregunta. El título del anuncio dice “Busco errores” y hace referencia al trabajo que hago como corrector de textos ─actualmente no lo hago mucho, por eso el anuncio─.

La cuestión que me trae aquí es atender a la pregunta “¿Qué busco?”. Yo sé, parezco adolescente pero o es un desbalance hormonal que me mantiene navegando en dudas o culpamos a la filosofía o señalamos de falsa la noción de “adultez”. Si tengo que escoger una, apuesto por la última.

Entonces, ¿qué busco? Escribir. Pero para hacerlo se necesita mucho tiempo, y para tener tiempo se necesitan ciertos recursos. 

Puesto así, lo que busco son recursos para escribir.


Hasta ahora vamos bien, tenemos más o menos claro qué es lo que buscamos y más o menos consideramos qué necesitamos para alcanzarlo. Esta última oración me obliga a explicarme mejor.

¿A qué me refiero con que quiero escribir? A grandes rasgos es bastante simple, quiero dedicarme a la escritura. La cuestión se complica cuando debo resolver el qué de la escritura; eso no lo sé con certeza.

Sé que hay tres potenciales novelas. Una de ellas ya tiene algo que podría considerarse como un primer borrador, las otras dos son solamente nociones más o menos definidas. También puede ser que una de estas ideas de novela se integre a la que ya tiene primer borrador, pues podría considerarse como una aproximación alterna del mismo asunto. En fin, tres, quizá dos o posiblemente diecisiete novelas son lo que quiero escribir.

Pero no siempre es eso, o no solamente eso; o quizá ese sea el desvío para llegar a este otro: la academia. “Academia” es una forma muy general, y quizá un poco ambiciosa, de decirlo. Lo que pasa es que el rango del término es muy amplio, incluye la docencia, la investigación y la formación. Ese no es el orden correcto, primero formación (espero en los próximos dos años completar la licenciatura, un par de años después completar la maestría, y un par de años después lanzarme al doctorado) y luego docencia e investigación ─estas dos no obedecen un orden o jerarquía particular, pueden ser simultáneas, consecuentes o exclusivas─.

Por ahora, esas son las dos vertientes que emanan el agrio aroma del antojo.

Es momento de entrarle a la cuestión de los recursos. 


Empecemos con que hay muchas formas de vivir, unas son más complicadas que otras, no hay duda de eso; incluso resulta estúpido que lo mencione, pero, para que el lector comprenda un poco mejor mi situación, comparto transparentemente mi proceso de escritura. En los pasados años he aprendido mucho, y en los últimos meses he aprendido más. Entre muchas cosas descubrí que siempre se puede vivir con menos, y que lo más importante es quitarse el lastre y saber prevenir. Para quitarse el lastre hay que mantenerse solvente y libre de deudas, y para prevenir solo hace falta respaldarse en un sistema de aseguramiento o ahorro. Estas dos cosas, en la sociedad que me envuelve, se hacen con dinero. Por tanto, la cuestión de los recursos se resuelve con dinero.

Mi problema es que el dinero me resulta esquivo. Para obtenerlo con suficiente regularidad debo poner en juego mi bienestar emocional y mi estabilidad existencial; pero su ausencia también encuentra rutas para envenenar mi bienestar emocional y mi estabilidad existencia.

Ya se me ocurrió perseguir la fórmula mágica: que la escritura sea la manera en la que me hago de los recursos necesarios para manterme solvente y precavido y así pueda tener tiempo para escribir; pero por alguna razón no logro hacerlo funcionar. Será falta de talento, falta de visión empresarial, falta de ambición, no sé. Lo que sí aprendí es que no soy un negociante ni soy un empresario; lo bueno es que no es eso lo que busco, lo malo es que la solución no aparece.

¿Acaso hay otra opción? Creo que sí. Probablemente hay varias. Una de ellas es encontrar un trabajo tolerable; es lo que estoy buscando activamente desde hace ya varios meses. Hay un par de posibilidades (literalmente un par) flotando actualmente, espero tener respuesta esta o la próxima semana (creo que el feriado del viernes puede comerse una semana entera). Pero hay otra ruta que no he explorado: el mecenazgo o patrocinio o apadrinamiento o algo así.

¿Es posible que alguien esté dispuesto a pagarme un sueldo por escribir? 


Mi aspiración salarial no es altísima (como mencioné anteriormente, he aprendido el valor de menos). Cerraré esto con una sonrisa y una sincera invitación a compartirlo.

Todas las ideas y sugerencias son bienvenidas.

viernes, 16 de junio de 2017

Se me perdió el "porqué", ¿alguien sabe dónde encontrarlo?



Así como se pasan las horas de insomnio se me han pasado meses, incluso años: intentando hacer lo que debería estar haciendo... sin lograrlo. 

Parece tan claro, tan sencillo: "todo lo que hay que hacer es dormir; todo lo que hay que hacer es vivir", dicen con demasiada seguridad, como si fuera tan fácil.

Y es que sí, no para todos es fácil.

Algunos de nosotros tropezamos, y tropezamos, y tropezamos; luego parece que olvidamos cómo hacerlo, perdemos la capacidad de dormir y aparentemente olvidamos cómo es que es el asunto ese de vivir. Sin darnos cuenta se nos va de las manos y ya no sabemos qué hacer. 

¿Cómo se dirige una nave cuando, sin darte cuenta, soltaste el timón y al voltear a buscarlo este desapareció?

No sé qué tan común sea. Comprender que la mayoría tampoco tiene idea de qué está haciendo ya dejó de ser consuelo. A veces es difícil saber si todavía existe consuelo; es lo único a lo que se puede aspirar, la ilusión del sentido ya no está. 

¿Para qué? 

¿Qué razón queda cuando ya no hay razón? ¿Hacia dónde buscar para perseguir qué? Todo tiene el precipicio detrás, todo se hace lágrima en su paso al olvido. Somos nada y todo nos destruye. 

Somos mentira. 

Somos la voz muda que se ahoga. 

Somos los que tenemos respuestas sin pregunta.

lunes, 23 de enero de 2017

Una decisión que no me corresponde (y seguramente a usted tampoco)

Ha requerido un gran esfuerzo mantenerme a una distancia segura de las redes sociales. Es la única defensa que un procrastinador compulsivo tiene para recuperar algo de “productividad”. La cosa es que de vez en cuando (una o dos veces por semana, idealmente ─dos veces al día este último par días─) me permito una miradita. Hoy descubrí la noticia de la supuesta segunda decisión ejecutiva de Trump (digo supuesta porque no le he llevado la pista muy de cerca) con la que retiraba la asistencia económica de EEUU a instituciones extranjeras que ofrezcan servicios de salud reproductiva a mujeres. Entre estos servicios se incluyen prácticas abortivas, lo que motivó, aparentemente, la orden del nuevo presidente.

No es la decisión en particular (la de Trump) la que quiero explorar. Esta solo me recordó el asunto. Y como Facebook me está presionando para que publique algo en la página de mi blog, pensé en exponer mi postura (aprovechando la ola mediática ─la vida es prostitución de una u otra manera─).

Primer punto: la decisión de realizarse o no un aborto corresponde exclusivamente a quien esté considerando hacerlo. 

Es demasiado fácil juzgar desde la distancia, y hay distancias de distancias (circunstanciales, ideológicas, socioeconómicas, educativas y más). Yo no puedo imaginar lo que una decisión como esa puede significar para una persona. Aún así, dudo muchísimo que sea algo que se tome a la ligera, exceptuando, quizá, el perfil que se caricaturiza con Pennsatucky en la serie Orange is the New Black: una “ex”-junkie, abusada desde la infancia, hundida en la más profunda ignorancia en cuanto a salud sexual y reproductiva. Esta posible excepción a la regla nos remite a la importancia de la educación sexual y reproductiva; quien se tome el aborto a la ligera debe ser alguien que no tiene una idea clara de lo que está haciendo.

Así llegamos al segundo punto: la educación es la única alternativa. Si usted no está de acuerdo con que la gente aborte sus embarazos, asegúrese primero de que todas las personas “vulnerables” (entiéndase: hombres y mujeres fértiles; entiéndase: “niños” y “niñas” que han alcanzado la “madurez” sexual; entiéndase: pubertad ─y como no todos los niños y niñas alcanzan la pubertad a la misma edad, asegúrese de educarlos antes de que estén en “riesgo”─) estén muy bien enteradas de qué es un embarazo y cómo “se contrae” (no se enoje, ría mejor; fue una broma). No quiero decir que el embarazo es una enfermedad, pero sí que es una condición que se puede prevenir si los sujetos no están dispuestos o preparados para recibir (criar, educar, mantener) a un ser humano. 

El aborto es el último recurso (y seguramente una experiencia muy fuerte). Como tal, no debe ser tomado a la ligera ni dejarse al margen de las discusiones de salud. Por tanto, indiferente a una postura favorable o contraria, es absolutamente necesario que las herramientas y los métodos estén al alcance de quien pueda llegar a requerirlos. Hay que entender que el acceso en ninguna medida representa una invitación a realizarse, simplemente es un ambiente seguro en el que se pueda realizar un procedimiento médico (potencialmente traumático para los pacientes; pero ese es un tema aparte). 

Ahora, si usted se niega a “corromper” la inocencia de los prepubertos ofreciendo educación sexual y reproductiva integral, clara y sin ataduras ideológicas, haga oídos sordos, sáltese las distancias y juzgue desde la intransigencia de la sabiduría absoluta.

viernes, 6 de mayo de 2016

Sobre la Ley de la Juventud II (Argumentos contra la iniciativa III ─Organizaciones religiosas─)


(Continúa la serie. Las referencias son este artículo y esta petición.)


La conferencia episcopal dice: “Exponen a la juventud a grandes riesgos físicos, psicológicos, morales y espirituales, pues alientan el libertinaje sexual [...] no representan las demandas de los jóvenes”. Yo me pregunto, si la vida no es exposición a riesgos, ¿qué es? Luego, para ser coherente con ese argumento, ¿qué está sugiriendo?, ¿que nos enclaustremos todos y evitemos cualquier tipo de relación? Por otro lado, ¿acaso no es menos traumático enfrentar algo cuando ya se conoce bastante al respecto? ¿Acaso no es más fácil tomar decisiones cuando se conocen claramente las consecuencias? ¿Acaso con el conocimiento no se toman mejores decisiones y se reducen los riesgos? ¿Qué buscan con mantener detrás de ese oscuro velo a una de las interacciones más elementales y comunes de todos los organismos biológicos? No puedo evitar preguntarles cuál será la justificación de cientos, creo que miles, de pederastas que guardan tras sus líneas; y de todos los demás sociópatas peligrosos que se esconden en todos lados. ¿Será que comprenden que esa es una forma muy grosera de traumatizar física, psicológica, moral y espiritualmente a sus víctimas? ¿Será que esa misma forma de abuso se hace posible por la ignorancia de la víctima? ¿Será que tienen el descaro de decir que el abuso sucede por ignorancia del agresor? ¡Por favor! ¡Ellos también necesitan educación sexual! ¡Lo están haciendo mal! Pero hoy no estoy aquí para cuestionar sus justificaciones, sino solo para analizar el impacto de sus creencias en la sociedad. 


El argumento me parece radicalmente erróneo. Si vamos a casos reales, sucede lo contrario: limitar la educación sexual e impedir el acceso a anticonceptivos son las acciones que ponen en graves riesgos físicos, psicológicos, morales y espirituales. ¿O les parece grato que una menor de edad cargue con un niño que no sabe realmente cómo llegó a su vientre?, ¿o que una víctima de abuso no se atreva a oponerse y se someta a violaciones físicas y psicológicas sistemáticas? Mientras discutimos estas estúpidas objeciones otro muchacho está siendo criado para ser un violador, pues en su casa y en su comunidad ha aprendido que las mujeres están ahí para servirle en todos los planos de su vida, desde los más triviales hasta los más íntimos, desde las caricias inapropiadas hasta los golpes; otra chica es criada para recibir todo esto con abnegación.

El obispo de Verapaz, supuestamente, dice: “Contradice la ley natural y las enseñanzas de la ley moral que orientan la vida de todo cristiano coherentemente”. ¿A cuál “ley natural” se refiere? ¿A la Biblia? Si es eso, que me disculpe, pero vamos a tener que espulgarla bien. No creo que conozco un solo pasaje de la Biblia donde el sexo sea tomado de una forma aceptable. Pero ni en el famoso Cantar de los Cantares se manifiesta con claridad la visión “coherente” de la “sexualidad cristiana” (¡vaya oxímoron!). (Estoy convencido de que esta sección generará fuerte resistencia, desde ya invito a que coloquen las citas bíblicas en los comentarios.) Cuando pido una “visión coherente” no me refiero a ideas prehistóricas, busco coherencia actualizada: respeto, reconocimiento y libertad. Vamos a lo de “todo cristiano”. Eso es la más fácil. No todos son cristianos, y hasta los cristianos más devotos resultan siendo un ejemplo de incoherencia. Pero sí, estoy generalizando en el contraargumento, pero es que esa parte de la objeción es generalizadora. Será más correcto responder que no todos son cristianos y que no todos los cristianos son coherentes.

Vamos al argumento que presenta un pastor de la Alianza Evangélica, dice: “la iniciativa está contaminada y es evidente que buscan el retroceso del desarrollo en el país [...] si no somos escuchados, acudiremos a la vía legal”. 

Creo que por “está contaminada” se refiere, literalmente, a que está “tentada” por Satanás. La única respuesta que tengo para esto es que a lo legal no le interesa lo religioso. El concepto completo de Satanás representa una metafísica muy particular que no es compartida por toda la sociedad. Como líder espiritual puede hacer y decir lo que se le dé la gana, siempre que sea dentro de su comunidad espiritual. Para los demás eso no tiene ninguna injerencia en la realidad. De hecho, para muchos, tales ideas son vistas como cierto grado de esquizofrenia paranoide.

El siguiente punto de su objeción es sobre el retroceso del desarrollo en el país. Me pregunto, ¿qué entiende por desarrollo? ¿Acaso se refiere a la adhesión a códigos morales de la edad de hierro? Me parece que hay una noción muy distorsionada en estas palabras. Para mí el desarrollo es conocimiento, exterior e interior: aprender del mundo, de la realidad, explorar también la dimensión espiritual; balancear todos los factores que atraviesan nuestras vidas. Por ejemplo, en salud, el desarrollo es conocer cómo funciona nuestro cuerpo, conocer a qué enfermedades es vulnerable y aprender a combatirlas, prevenirlas y evitarlas. En la sexualidad sucede lo mismo. Conocer al respecto es saber que a través del acto sexual nos reproducimos (sí, puede sonar patético para el lector, usted que sabe leer y escribir y tiene acceso libre a la información). Conocer al respecto es estar consciente de los riesgos y las enfermedades a las que se es vulnerable por el ejercicio de la sexualidad ─no digamos de una práctica irresponsable─. Conocer es saber que es una parte más de nuestra biología. Conocer es eliminar el morbo. Conocer permite tener la seguridad de que es decisión de cada quién qué hace con quien, al saber que la sexualidad es propia y no es un instrumento para complacer a otros. 

El secretismo es más peligroso. Abre de par en par las puertas a la malinformación y a la manipulación, creando el ambiente donde prolifera el abuso.