sábado, 14 de abril de 2012

Titulo Pendiente

(Por no llegar a esbozo, califico esto de vomitamiento de ideas.)


En los últimos meses, leyendo acerca de la conquista, específicamente de los debates de Valladolid, me sorprende lo superficial, o mejor dicho, lo materialista de la discusión. Se discutió incansablemente si los habitantes nativos deben ser evangelizados por medios violentos o pacíficos, pero por ningún lado se cuestiona la razón por qué han de ser evangelizados. 

Lo que quiero decir es que la verdadera violencia durante la conquista fue ideológica. La imposición arbitraria – valga la redundancia – de sistemas de creencias, una violación emocional, - tal vez ahí reside parte del éxito de los conquistadores. La agresión física, comparada con esto, queda relegada en segundo plano y, en algún caso, como mecanismo de intimidación.

Hoy ya no vale la pena culpar a la Iglesia, pero lo que quiero sacar de esto es lo violento de esa actitud y como se mantiene vigente. 

No se que tanto de nuestra actualidad sean repercusiones de aquella imposición, pero algo me hace asociarlo. El mecanismo de creación de “realidades” sigue siendo la dogmatizacion de ideologías; siempre con el humilde patrocinio de los grupos de poder, que se mudo de la Iglesia al mercado, o tal vez al banco, - es más segura una bóveda. El problema no es que trabajen de este modo, sino que siga funcionando para acarrear a una buena parte de la población. Si ese es el mecanismo bajo el que quieren construir su realidad, que le den; pero me perturba la idea de que su ganado ande suelto por el mundo, cegado por un par de monedas invadiendo y destruyendo plantaciones independientes. 

Todo apunta a apostar por la tolerancia, pero, lamentablemente, me parece imposible su plena aplicación. Ya que, eventualmente, todos aquellos que piensan diferente, los subversivos que insisten en cuestionar, resultan arrinconados y forzados a la confrontación. Me considero partidario de la tolerancia, no puedo decir que soy practicante devoto, pero en eso sí creo, cual cristiano en santos. 

Probablemente soy -o fui- parte de esos borregos, pero me gusta pensar que soy de esos que se quedó parado al principio del camino y ha estado sacudiendo la cabeza, intentando liberarse; aparentemente estancado, pero en constante movimiento.