miércoles, 20 de mayo de 2015

Desfibrilando el músculo político (3)

Ahora me doy cuenta de que muchos enfrentamos este conflicto de la misma manera que un adicto enfrenta al objeto de su adicción, con dolorosa resignación. La dependencia nos encierra, notamos que simplemente no está bien, que nos destruye lentamente; pero con sólo imaginar que se desmorona el mecanismo nos congelamos.

Entonces nos ponemos selectivos, cediendo por aquí y condenando por allá; nuestra adicción no nos deja ver que somos una parte esencial del problema, que nuestra adicción supera el acomodamiento, ¡que se ha apropiado de nuestra capacidad crítica! Entonces fallamos en identificar orígenes y culpables, fallamos al no reconocer nuestra propia estupidez, fallamos por no reconocer las fuerzas que nos dominan. Así que mejor nos resignamos al regocijo de nuestro pequeño rincón de caos; nos apartamos, inventamos nuestras batallas y les inyectamos la superstición con la que superamos a la realidad ajena. Nos entumecemos, nos dejamos entumecer por nuestra propia mano, negándonos a reconocer la fuerza que la impulsa.

Somos adictos. El poder es la droga, la dominación el éxtasis.

Sí, quizá sea cierto, enfrentar la realidad sin el consuelo del “viaje” puede resultar difícil, tal vez algo incómodo; pero igual, a la incomodidad ya estamos acostumbrados, y lo difícil solo es el proceso de desintoxicación, es temporal; después todo será mejor.

Desfibrilando el músculo político (2)

Para mí es innegable que, más que indiferencia, lo que tenemos es una gruesa callosidad, un inmundo habituamiento —sin embargo acostumbrado—. De ahí surge una forma de desconfianza, pero no es por malicia, es más el cansancio de haber peleado y reclamado hasta perder las esperanzas de que algo mejor sea posible. No es indiferencia, es desesperanza.

No lo niego, lo padezco. He sido un mediocre inconforme toda mi vida. Y es que la corrupción en este país no es nada nuevo, las pruebas al respecto tampoco; desde que puedo recordar los poderes se mueven de maneras tendenciosas, sin rastro de un sentido de justicia.

Quizá la esperanza ahora nace del delirio de poder que las redes sociales nos dan a nosotros, simples ciudadanos; un delirio que amenaza con invadir a las masas, para convertirse en realidad. Cabe incrustar mi repudio al concepto borreguizante de "las masas", pero cuando veo una buena intención de fondo, se disuelven las críticas. Solo espero que el movimiento logre mantenerse limpio de influencias. Y mientras tanto, a soñar con la posibilidad.

martes, 19 de mayo de 2015

Desfibrilando el músculo político (1)

Aunque es válido sentirse al margen, es imposible realmente estar al margen.

Yo soy uno de esos que fantasea con vivir aislado, o sea que en fantasías rechazo la sociedad; más en la realidad no me queda sino someterme, pues no soy capaz de sustentar todas mis necesidades.

Tampoco soy un individuo significativamente importante para la sociedad, aunque delirio con aspiraciones e intenciones de grandeza; aunque irremediablemente inciertas.

Desde aquí enfrento el conflicto político que afecta al país. Con una indiferencia malsana por el poco interés que tengo en la sociedad, con la nula esperanza por la forzada costumbre a esta siniestra situación.

Soy uno de esos a los que el miedo ha encerrado en una nube, y el problema es que en ella me he acomodado. Cierto también que desde hace años la rasco, desde hace años me molesta, pero no por eso se hace incómoda. Y entonces señalo a todos los que se irritan a mi alrededor, cada quien envuelto en sus ideas, tan virtuosas como defectuosas, tan falsas como sus mismas nubes; tan falsas como la nube en la que nos englobamos.

Pera ahora debo admitir que todo esto ha avanzado bastante más de lo que esperaba. Ahora empiezan a nacer las nuevas maromas, empiezan a volterase las tortillas, y dentro de mis fantasías me parece ver que la cúpula se desmorona a sí misma. Pero luego descubro que no es más que otro movimiento estratégico, un nuevo malabarismo político; y es que después de tantas mentiras uno aprende a no creerle a nadie.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Allá tú, aquí yo

Y dime, ¿cómo te encontró la noche? ¿Por donde se te coló el sereno? ¿Cómo viviste el día en el que te libraste de una carga del pasado, solo para descubrir que esta recién nacida esperanza es tanto más pesada?

¿Aún vagan libremente tus ilusiones?

No te engañes, yo soy como tú. Ahora las noches se me hacen eternas y los días incontables; no me queda más que mentirme y repetirme que las fantasías no habitan en esta realidad: que las lágrimas son dulces y los suspiros liberadores; que el tiempo no se acerca ni se aleja; que mi sombra se ha detenido, escondiéndose bajo mis suelas.

Ahora no hago más que ver bailar a las salvajes hojas que invaden mi vista, lo único dinámico que atrapa mi atención; todo lo demás se ha detenido: el sol, la respiración, el parpadeo. No hay más que viento, ásperas corrientes heladas que hacen tiritar toda vida a su paso.

Como un espectro me descubro en el reflejo del cristal que nos divide. Allá tú, libre, al intemperie; aquí yo, solo, envuelto en mi mismo, sofocado en mi vacuidad.