jueves, 12 de diciembre de 2013

Notas preliminares de cordura vs. locura

Según RAE, “Cordura: 1. Prudencia, buen seso, juicio.”

Esta definición se antoja floja, casi imprudente; para una palabra desgraciada que da para tanto. Es talvez porque apenas quiera tocarse. Puede que la palabra sea tan importante que es mejor que su definición sea un tanto vaga, para que las personas no puedan saber realmente a que es a lo que tienen que contenerse y así poder tener a la culpa lista para soltar el venenazo en cualquier instante de duda.

El conocimiento popular dice que la cordura es un estado mental, en el que una persona es prudente y sensata; opuesta a la locura. Aunque la cordura me sigue pareciendo respaldada por la resignación, pienso que es la más sobresaliente. Una persona cuerda es aquella que “entiende” la importancia de resignarse a tal o cual cosa, porque es lo más conveniente. Una persona cuerda no se atreve a pensar en otra forma de vivir que no sea la aceptada y denominada útil. Una persona cuerda es la que cree, con una fe igual a la religiosa, que eso que le han dicho que es conveniente, realmente es lo que la guiará a su máxima felicidad y satisfacción. La persona cuerda es entonces un prisionero sonriente.

En contraparte, la locura sería ese estado mental en el que una persona piensa que puede ser libre, o quizá logre liberarse. En la mente de un loco el orden de las prioridades se alteran según su propia valoración. Un loco es entonces autentico. Un loco es aquel que ha perdido el temor – que los creyentes le dirán respeto – a las convenciones sociales; aquel que cree que su felicidad y satisfacción no caben dentro de los límites de lo “conveniente”. Un loco es entonces el único dueño de su voluntad. Quien escucha y delibera tomando en cuenta todas sus voces interiores. Es talvez de ahí de donde viene la genialidad del artista; que se acerca a poder mencionar verdades, que para los creyentes no parecerán más que ingenuas fantasías. La sociedad únicamente ha aceptado virtudes humillantes, domesticantes; virtudes que no hacen más que amansar la auténtica voluntad de una persona.